El Libro de Mormón:

Del cerro Cumorah a la imprenta Grandin

En 1820, un joven llamado José Smith se dirigió a una arboleda cercana a su casa y oró para recibir la verdad de Cristo.

En 1830, él se hallaba en un taller de imprenta en Palmyra y sostenía la verdad en sus manos.

Debido a que la Primera Visión y la publicación del Libro de Mormón se recuerdan hoy en día como los acontecimientos fundamentales en el surgimiento de una fe mundial, es fácil olvidar los diez años que separan a ambos eventos.

Sin embargo, el hombre que trajo al mundo nuevas Escrituras en 1830, fue también el joven al cual un predicador en quien confiaba le dijo en 1820 que las revelaciones de Dios habían cesado hacía mucho tiempo.

Un muchacho que tuvo que escoger entre lo que los demás decían y lo que él sabía.

“No podía encontrar a nadie que creyera en mi visión celestial; sin embargo yo meditaba estas cosas en mi corazón”.

José Smith

Lea Santos, tomo I: Escúchalo

La decisión de José de seguir lo que se le dijo en la visión y no unirse a ninguna iglesia le costó la pérdida de algunos mentores y amigos. “Teniendo pocos años” y hallándose en una nueva ciudad, le afectó la ausencia de estos. Habiendo quedado solo para encontrar amigos y hallar su propio camino, en ocasiones le resultaba difícil vivir conforme a lo que sabía que era su mayor propósito.

Con frecuencia José se sentía “censurado” por sus “debilidades e imperfecciones”. ¿Cómo puede una persona sentir con tanta fuerza el amor de Dios y aun así tropezar?

Una noche, en septiembre de 1823, se quedó despierto “meditando en su vida y experiencia pasadas” y comenzó a orar. “Me arrepentí sinceramente de todos mis pecados”, recordó José, “y me humillé ante Aquél cuya mirada está sobre todas las cosas”. Y entonces, una vez más, vio una luz brillante.

“El ángel del Señor se puso ante mí y me dijo que ahora tenía el registro en mis manos, y que no era sino un hombre; por lo tanto, tendría que ser cauteloso y fiel a lo que se me había confiado”.

Lucy Mack Smith

Lea Santos, tomo I: Estar alerta

En los años posteriores, José Smith sería a menudo objeto de burlas y perseguido por quienes no creían que sus experiencias hubieran sido reales. Sin embargo, sus primeros problemas se dieron con algunos viejos amigos que creían plenamente que él tenía planchas de oro, pero a quienes no les importaba mucho el valor espiritual, sino el valor monetario de estas.

En el otoño de 1827 se hicieron varios intentos para robarle las planchas. A fin de protegerlas, José las escondió en diferentes lugares dentro de la casa de madera donde vivía su familia y en los alrededores.

En cierto momento, José enterró las planchas debajo del fogón de la chimenea y repuso cuidadosamente los ladrillos. Posteriormente, José Smith escondió las planchas en el desván de la barrilería.

Una noche, que asaltaban la casa, José entregó las planchas a sus hermanas Sofronia y Katharine para que las escondieran en su cama.

En una caja

A veces guardaba las planchas en una caja que pertenecía a Hyrum y que Alvin había utilizado antes de su muerte.

Lea Santos, tomo I.

En diciembre, José y Emma Smith salieron de Palmyra en busca de una relativa calma en la granja de la familia de Emma en Harmony, Pensilvania. Allí se tradujo la mayor parte del Libro de Mormón por medio de revelación a José Smith. Al menos siete escribientes, incluyendo a Emma y su hermano, escribieron mientras José dictaba.

“Y, aunque participé activamente en esos acontecimientos que ocurrieron, y estuve presente durante la traducción […], me parece maravilloso, ‘una obra maravillosa y un prodigio’, tanto como a cualquier otra persona […]”. –Emma Hale Smith

En el texto revelado en el Libro de Mormón, José Smith encontró respuesta a algunas de las preguntas que le habían llevado a la Arboleda Sagrada cuando era un muchacho de 14 años de edad. Muchas personas que vivieron de cerca el proceso fueron conmovidas por el mensaje del libro y esperaron con ansias la renovación de los antiguos convenios y la restauración de la Iglesia de Cristo.

Al mismo tiempo, la oposición hacia el libro crecía en Palmyra. Algunos tildaron de superstición el relato de su milagroso origen; otros consideraron una blasfemia el que lo definieran como nueva escritura. Aún antes de contratar una imprenta, surgió la amenaza de un boicot contra el libro.

E. B. Grandin, el único impresor de Palmyra, al principio se negó a publicar el libro, pero lo reconsideró después de que sus amigos le aseguraran que su participación se vería “simplemente como un asunto de negocios”. Martin Harris, un firme creyente en la obra, hipotecó una porción de su granja para financiar la impresión.

Grandin y sus empleados tardaron siete meses en completar el proceso de impresión. Durante ese tiempo, los primeros creyentes trabajaron de pequeñas y sencillas maneras para apoyar esa labor.

Una gran obra de Dios

Hyrum Smith enseñó en la oficina de la imprenta a un predicador ambulante, llamado Solomon Chamberlain, a partir de unas páginas del Libro de Mormón que estaban sin encuadernar.

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Incluso antes de que los primeros ejemplares del Libro de Mormón estuvieran disponibles el 26 de marzo de 1830, Solomon Chamberlain predicó en Canadá a partir de páginas sueltas, y Thomas B. Marsh llevó consigo el mensaje del libro a su familia en Boston. Unas semanas después de la publicación del libro, se organizó la Iglesia restaurada de Jesucristo, dando fin a la espera de diez años de José Smith por un refugio espiritual.

“Por tanto, convinieron con E. Grandin en imprimir cinco mil ejemplares, que se publicaron y encuadernaron en Palmyra en la primavera de 1830”.

Joseph Knight

Lea Santos, tomo I: El establecimiento de la Iglesia de Cristo

En el término de un año, había misioneros que llevaban ejemplares del Libro de Mormón por todos los Estados Unidos y se adentraban en territorio indio; en un periodo de veinticinco años, ellos llevarían ejemplares por todo el mundo.

“Exhorté a todas las personas a prepararse para la gran obra de Dios que ahora estaba a punto de aparecer”.

Solomon Chamberlain

Lea Santos, tomo I.

Hoy en día, millones de personas leen el Libro de Mormón en más de cien idiomas. Las mismas palabras que se publicaron en Palmyra, hace casi dos siglos, todavía responden preguntas y traen a la vida de las personas el poder de Cristo en nuestros días.