Profetas

de la Restauración

La Primera Visión: Una narración de los relatos de José Smith

Steven C. Harper

En la primavera de 1820, a los catorce años de edad, José Smith oró con fe y recibió una respuesta de Dios y Jesucristo en persona. Esta extraordinaria visión es fundamental para la historia de los Santos de los Últimos Días. Hasta donde sabemos, José dejó escritos de primera mano cuatro relatos de su visión, y sus coetáneos registraron cinco relatos más después de escucharle hablar al respecto. Combinados, esos relatos son un valioso recurso, y proporcionan a los Santos de los Últimos Días una mayor comprensión de este importante acontecimiento. La siguiente narración combina detalles de todos esos relatos. La ortografía, el uso de las mayúsculas y la puntuación se han actualizado.

#TruthRestored

“Alrededor de la edad de doce años”, escribió José Smith, “comencé a inquietarme seriamente con respecto a todo lo importante que tenía que ver con el bienestar de mi alma inmortal”1. Al vivir en el norte del estado de Nueva York en la década de 1810, José estaba rodeado de conversaciones sobre religión y de controversia. El resurgimiento religioso hizo que a su mente acudiera ante todo una insistente pregunta: “¿Qué debo hacer para ser salvo?”. Pero la respuesta era esquiva. “Al pensar [en ello]”, José estudió los “diferentes sistemas” de religión, mas “no sabía quién estaba en lo cierto ni quién estaba en el error, pero consideraba que para mí era de fundamental importancia que yo estuviera en lo cierto en los asuntos que tendrían consecuencias eternas”2. Sus propios pecados y “los pecados del mundo” hacían que se sintiera “cada vez más angustiado”.

Al “escudriñar las Escrituras”, José descubrió que “el hombre no se acercaba al Señor sino que había apostatado de la fe verdadera y viviente. Y no había ninguna sociedad ni denominación que estuviera edificada sobre el evangelio de Jesucristo, tal como se registra en el Nuevo Testamento”3.

Por un tiempo, José Smith buscó alivio entre los metodistas. En julio de 1819, más de cien ministros congregados con motivo de una conferencia de la Iglesia Metodista Episcopal se reunieron en Vienna (actualmente Phelps), Nueva York, a una distancia de medio día a pie de la granja de la familia Smith4. La región se llenó de una “agitación extraordinaria sobre el tema de la religión”5. La predicación de uno de los ministros, George Lane, pudo haber influido de manera especial en José. William Smith, hermano menor de José, recordó que Lane “dio un sermón sobre ‘¿A qué iglesia debo unirme?’, y la clave según el discurso [de Lane] era preguntar a Dios, para lo cual hizo referencia al texto: ‘Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente’”6. José Smith se sentía inclinado hacia los metodistas, pero se resistía a unirse a ellos; él deseaba saber cuál doctrina era correcta, y se negaba a simular conversión o sentimiento religioso. Posteriormente José contó a unos amigos que, durante una reunión metodista, “él deseaba sentir y gritar como los demás, pero no podía sentir nada”7. Sin embargo, “se agitaba en extremo”, “[tan] grande e incesante eran el clamor y el alboroto”8.

“Durante estos días de tanta agitación”, la preocupación de José en temas de religión se convirtió en crisis. Se preguntaba a sí mismo si las iglesias estaban “[todas] en error”, pero se resistía a dejar que ese terrible pensamiento penetrara en su corazón. Al mismo tiempo experimentaba “confusión”, “graves dificultades” y “gran inquietud” por causa de la culpa que sentía por sus pecados en medio de una desconcertante “guerra de palabras y tumulto de opiniones” en cuanto a cuál iglesia podría brindarle el perdón9.

José también se lamentaba a causa de las discrepancias que encontraba entre las iglesias y la Biblia10. De hecho, la Biblia era tanto el campo de batalla de esta guerra como su mayor víctima, “porque los maestros religiosos de las diferentes sectas entendían los mismos pasajes de las Escrituras de un modo tan distinto, que destruían toda esperanza de resolver el problema recurriendo a la Biblia”11.

Sin embargo, fue al Dios de la Biblia a quien José recurrió. Él había escuchado una y otra vez a los partidarios de las religiones blandiendo la Biblia cual arma “para establecer sus propias doctrinas y refutar las demás”12. Ahora José acudía a la Biblia en privado, en sosiego, como palabra viva y no como ley muerta; y esta habló a su alma hambrienta.

“Agobiado bajo el peso de las graves dificultades que provocaban las contiendas de estos grupos religiosos”, José leyó Santiago 1:5: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. Ese pasaje sacudió poderosamente su conciencia. “Ningún pasaje de las Escrituras jamás penetró el corazón de un hombre con más fuerza que este en esta ocasión, el mío. Pareció introducirse con inmenso poder en cada fibra de mi corazón. Lo medité repetidas veces”, dijo José, “sabiendo que si alguien necesitaba sabiduría de Dios, esa persona era yo; porque no sabía qué hacer, y a menos que obtuviera mayor conocimiento del que hasta entonces tenía, jamás llegaría a saber”. La invitación de la Biblia a procurar revelación conmovió profundamente a José13. En la tradición cultural de José era tan habitual poner a prueba los textos —probar las diversas doctrinas tomando pasajes de la Biblia como referencia— que la invitación a buscar sabiduría directamente de Dios fue una “información esperanzadora”, como José la llamó, “como una luz que brilla en la oscuridad”14. José decidió orar en voz alta por primera vez en su vida.

Una mañana clara de la primavera de 1820, buscó un lugar solitario en un bosque cercano a su casa. Fue a un lugar conocido, cerca del “tocón donde había clavado el hacha cuando había acabado de trabajar”, dijo15. Allí se arrodilló y comenzó a buscar las palabras para expresar sus deseos más profundos, pero fue dominado por un poder invisible.

Al trabársele la lengua, y rodeado de una densa obscuridad, José creyó estar condenado al apoderarse de él el extraordinario “poder de un ser efectivo del mundo invisible que ejercía una fuerza tan asombrosa como yo nunca había sentido en ningún otro ser”16. Ese adversario “llenó su mente de dudas y sus pensamientos de todo género de imágenes inapropiadas”17. En el momento en que tuvo que decidir si sucumbiría o no a la fuerza que lo tenía sujeto, José se esforzó “con todo mi aliento por pedirle a Dios que me librara del poder de este enemigo”18.

José logró percibir una luz celestial que descendía sobre él, y se hacía cada vez más brillante mientras le rodeaba y envolvía las hojas y las ramas de los árboles hasta que parecieron consumirse por el fuego y la luz fue más brillante que el sol. Eso rescató a José de su enemigo invisible. Las tinieblas desaparecieron19. La oración de José abrió los cielos e invocó los poderes que vencieron la oposición más poderosa que jamás había experimentado20.

En medio de una “columna de fuego”21, José vio a un Personaje glorioso de pie en el aire arriba de él. Él llamó a José por su nombre y dijo: “Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!”22. José vio aparecer otro Personaje que “se [asemejaba] exactamente” al Primero23. Entonces, el Hijo llamó a José por su nombre y dijo: “Tus pecados te son perdonados”24.

José preguntó a los seres celestiales cuál iglesia era la correcta. “¿Debo unirme a la Iglesia Metodista?”, preguntó25. “Se me contestó que no debía unirme a ninguna, porque todas estaban en error”26. El problema era que “todas las denominaciones religiosas creían doctrinas incorrectas”. Dios no reconocía ninguna de ellas “como Su Iglesia y reino”27. El convenio sempiterno, la conexión que existía entre el antiguo Evangelio cristiano y el presente, “se había roto”28.

Jesucristo corroboró la percepción de José de que “el mundo yace en el pecado”, y que las iglesias existentes se habían “apartado [del] Evangelio y no guardan mis mandamientos; con sus labios me honran, pero su corazón lejos está de mí”29.

Los “credos” que regían las iglesias cristianas eran “una abominación” a la vista de Dios30. Afirmaban que a Dios no se le podía conocer ni comprender; sin embargo, Él se había revelado a Sí mismo a José Smith en respuesta a una oración. Un credo decía, en el lenguaje de los filósofos, que Dios era “sin cuerpo, partes ni pasiones”31. Sin embargo, José Smith vio y oyó a esos Personajes, y sintió Su amor supremo.

“Mi alma se llenó de amor”, escribió José con su propia pluma, “y por muchos días me regocijé y sentí una gran dicha, y el Señor estaba conmigo, pero no podía encontrar a nadie que creyera en mi visión celestial. No obstante, meditaba sobre estas cosas en mi corazón”32.

José Smith había encontrado lo que “más deseaba”33. “Había descubierto que el testimonio de Santiago era cierto: que si el hombre carece de sabiduría, puede pedirla a Dios y obtenerla”34. La respuesta a su búsqueda por medio de la oración no fue la experiencia que fomentaban los predicadores del resurgimiento, ni quizás fuera la que esperaba José. No hubo “exclamaciones de gozo”, ni un banco donde sentarse mientras los fieles oraban por su conversión, ni la “voz grave de un predicador”35. En “aquel lugar solitario” solo estaba José36, obrando conforme a la recurrente invitación de la Biblia para recibir revelación: pedid y recibid.

 

Lea en su totalidad los cuatro relatos escritos de primera mano:

 

Notas al pie de página

[1] José Smith, “History, aprox. verano de 1832”, págs. 1–2, josephsmithpapers.org.

[2] José Smith, “Journal, 1835–1836”, 9–11 de noviembre de 1835, pág. 23, josephsmithpapers.org.

[3] José Smith, “History, aprox. verano de 1832”, pág. 2.

[4] Véase Larry C. Porter, “Reverend George Lane—Good ‘Gifts,’ Much ‘Grace,’ and Marked ‘Usefulness’”, BYU Studies, tomo IX, nro. 3, primavera de 1969, págs. 328–330.

[5] José Smith, “History, aprox. junio de 1839 – aprox. 1841, borrador 2”, pág. 1, en “History, 1838–1856, tomo A-I, 23 de diciembre de 1805 – 30 de agosto de 1834”, josephsmithpapers.org.

[6] J. W. Peterson, “Another Testimony”, Deseret Evening News, 20 de enero de 1894, pág. 11; véase también “Letter III”, LDS Messenger and Advocate, diciembre de 1834, tal como se reproduce en Karen Lynn Davidson, David J. Whittaker, Mark Ashurst-McGee y Richard L. Jensen, eds., Histories, Volume 1: Joseph Smith Histories, 1832–1844, tomo I de la serie Histories, The Joseph Smith Papers, ed. Dean C. Jessee, Ronald K. Esplin y Richard Lyman Bushman, Salt Lake City, Editorial del Historiador de la Iglesia, 2012, pág. 53.

[7] Diario de Alexander Neibaur, 24 de mayo de 1844, josephsmithpapers.org.

[8] José Smith, “History, aprox. junio de 1839 – aprox. 1841, borrador 2”, pág. 2.

[9] José Smith, “History, aprox. junio de 1839 – aprox. 1841, borrador 2”, pág. 2.

[10] Véase de José Smith, “History, aprox. verano de 1832”, pág. 2.

[11] José Smith, “History, aprox. junio de 1839 – aprox. 1841, borrador 2”, págs. 2–3.

[12] José Smith, “History, aprox. junio de 1839 – aprox. 1841, borrador 2”, pág. 2.

[13] José Smith, “History, aprox. junio de 1839 – aprox. 1841, borrador 2”, pág. 2.

[14] Orson Pratt, A Interesting Account of Several Remarkable Visions and of the Late Discovery of Ancient American Records, Edinburgh: Ballantyne y Hughes, 1840, pág. 4, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City; josephsmithpapers.org.

[15] José Smith, entrevistado por David Nye White, 21 de agosto de 1843, en David Nye White, “The Prairies, Nauvoo, Joe Smith, the Temple, the Mormons, &c”, Pittsburg Weekly Gazette, 15 de septiembre de 1843, pág. 3, Biblioteca de Historia de la Iglesia; josephsmithpapers.org.

[16] José Smith, “History, aprox. junio de 1839 – aprox. 1841, borrador 2”, pág. 3.

[17] Orson Hyde, Ein Ruf aus der Wüste [Una voz que clama en el desierto], págs. 14–15, Biblioteca de Historia de la Iglesia; josephsmithpapers.org.

[18] José Smith, “History, aprox. junio de 1839 – aprox. 1841, borrador 2”, pág. 3.

[19] Véase de Orson Pratt, A Interesting Account of Several Remarkable Visions, pág. 5; véanse también José Smith, “History, aprox. verano de 1832”, pág. 2; Diario de Alexander Neibaur, 24 de mayo de 1844.

[20] Véase de José Smith, History, aprox. junio de 1839 – aprox. 1841, borrador 2”, pág. 3.

[21] José Smith, “Journal, 1835–1836”, 9–11 de noviembre de 1835, pág. 23, josephsmithpapers.org.

[22] José Smith, “History, aprox. junio de 1839 – aprox. 1841, borrador 2”, pág. 3.

[23] José Smith, “Church History”, en Times and Seasons, tomo III, nro. 9, 1 de marzo de 1842, pág. 707, Biblioteca de Historia de la Iglesia; josephsmithpapers.org. En su primer escrito sobre la experiencia, él simplemente usó la palabra Señor para describir a estos dos seres gloriosos.

[24] José Smith, “History, aprox. verano de 1832”, pág. 3.

[25] Diario de Alexander Neibaur, 24 de mayo de 1844.

[26] José Smith, “History, aprox. junio de 1839 – aprox. 1841, borrador 2”, pág. 3.

[27] José Smith, “Church History”, pág. 707.

[28] Diario de Levi Richards, 11 de junio de 1843, Biblioteca de Historia de la Iglesia; josephsmithpapers.org.

[29] José Smith, “History, aprox. verano de 1832”, pág. 3.

[30] José Smith, “History, aprox. junio de 1839 – aprox. 1841, borrador 2”, pág. 3.

[31] Véase Philip Schaff, ed., The Creeds of Christendom, 3 tomos, sexta edición, Grand Rapids, Missouri: Baker Books, 1996, tomo I, pág. 762; véase también Jeffrey R. Holland, “El único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Él ha enviado”, Liahona, noviembre de 2007, págs. 40–41.

[32] José Smith, “History, aprox. verano de 1832”, pág. 3.

[33] José Smith, “Journal, 1835–1836”, 9–11 de noviembre de 1835, pág. 23, josephsmithpapers.org.

[34] José Smith, “History, aprox. junio de 1839 – aprox. 1841, borrador 2”, pág. 4.

[35] Stewart Pearce, Annals of Luzerne County, Philadelphia, 1866, en Porter, “Reverend George Lane”, pág. 325.

[36] José Smith, “History, aprox. verano de 1832”, pág. 3.