Historia de la Iglesia
El entusiasmo religioso entre los primeros conversos de Ohio


El entusiasmo religioso entre los primeros conversos de Ohio

D. y C. 46, 50

Imagen
litografía que ilustra una reunión de renacimiento o de campo

Levi Hancock tenía veintisiete años en 1830 y vivía en New Lyme, Ohio, a unos cincuenta kilómetros al este de Kirtland. Durante su niñez, su madre había infundido en él un profundo interés en los temas espirituales. Hancock creía que Dios a menudo intervenía en la vida diaria y que se comunicaba con los hombres y las mujeres por medio de sueños1.

Llegada de los primeros misioneros

En los primeros días de noviembre de 1830, el hermano de Hancock, que se llamaba Alvah, le comentó en cuanto al Libro de Mormón con esta palabras: “Han llegado cuatro hombres y han traído con ellos un libro que llaman una historia y un registro de las personas que una vez habitaron este territorio”. Eso despertó el interés de Hancock y expresó su deseo de escuchar a los predicadores. “Mañana tendrán una reunión en la casa del señor Jackson en Mayfield”, le dijo su hermano, quien también agregó: “Imponen las manos en las personas que bautizan y confieren sobre ellos el Espíritu Santo”.

Hancock describió su reacción de este modo: “Al escuchar esas últimas palabras tuve un sentimiento dulce y agradable. Tuve una sensación cálida en el rostro que me recorrió el cuerpo y que me dio esa sensación que no puedo describir. La primera palabra que dije fue: ‘Es la verdad, lo puedo sentir. Iré y escucharé por mí mismo mañana’”.

Los cuatro hombres que Hancock escuchó predicar fueron Oliver Cowdery, Parley P. Pratt, Peter Whitmer, hijo, y Ziba Peterson. Ellos recorrieron el noreste de Ohio como misioneros en el otoño de 1830, de camino a Misuri. Durante su breve estadía, provocaron un gran revuelo. Al predicar la restauración de la Iglesia de Cristo, en preparación para la segunda venida de Jesucristo, ellos proclamaban, entre otras cosas, que el Señor había restaurado los dones del Espíritu que se mencionaban en el Nuevo Testamento.

Levi Hancock fue una de las más de cien personas que se bautizaron como resultado de esa visita. Sin embargo, la estadía de los misioneros fue muy breve y pronto partieron hacia Misuri, dejando al pequeño grupo de conversos cerca de Kirtland sin líderes experimentados. Varias personas destacadas entre los nuevos conversos partieron casi al mismo tiempo, entre ellos Sidney Rigdon y Edward Partridge, rumbo a Nueva York para reunirse con José Smith.

El Segundo Gran Despertar

A principios del siglo XIX, los estados de Nueva York y Ohio estaban desbordantes de fervor religioso. Comenzó en la década de 1790, cuando muchos cristianos empezaron a preocuparse por la manera en que el racionalismo y el creciente escepticismo habían invadido su vida religiosa. Tenían sed de más religión de la que sus iglesias les ofrecían, y algunos procuraban volver al cristianismo primitivo, tal como se describía en el Nuevo Testamento. Ese gran revuelo popular de fervor religioso, conocido como el “Segundo Gran Despertar”, condujo a numerosos avivamientos, a un incremento de conversos e incluso a la fundación de nuevas sectas cristianas.

Una característica de esa cultura renovadora fue un creciente interés en las manifestaciones y los dones espirituales. La intensa predicación de Charles Finney, Lorenzo Dow, George Lane y otros personajes, suscitó apasionadas reacciones en las personas que los escuchaban, entre las cuales se encontraban profecías, llantos, gritos, danzas, temblores del cuerpo y dar vueltas en el suelo. Algunos grupos, como la Sociedad Unida de Creyentes en la Segunda Aparición de Cristo (los tembladores), incluso hicieron de algunas de esas prácticas una parte formal de su adoración.

A ese estilo de adoración no le faltaron detractores. De hecho, muchos cristianos de la corriente dominante fruncían el ceño ante el llamado “entusiasmo”. Por otra parte, hacia 1830 la oleada de entusiasmo religioso comenzó a disminuir. Sin embargo, aún había muchos que creían que esas manifestaciones eran auténticas expresiones del Espíritu. Por ende, el mensaje de los misioneros mormones de que los dones espirituales habían regresado a la Iglesia atrajo a muchos de los nuevos conversos en Ohio.

Extrañas manifestaciones espirituales

Después de partir los misioneros, los conversos tenían poca experiencia, pocos ejemplares del Libro de Mormón y ningún ejemplar de otras revelaciones de José Smith para consultar en la práctica de su nueva fe. Llenos de fervor, algunos de ellos comenzaron a introducir elementos de la adoración entusiasta, es decir, “operaciones espirituales”, como llamaban a veces a sus reuniones. Sin embargo, no siempre era claro distinguir cuáles de esas manifestaciones eran inspiradas y cuáles eran falsas.

En los primeros días de enero de 1831, Levi Hancock conoció a tres jóvenes llamados Edson Fuller, Heamon Bassett y Burr Riggs, que se presentaron como élderes de la Iglesia de Cristo. Según Hancock, esos jóvenes élderes participaban en “toda clase de manifestaciones” durante los servicios de adoración. Burr Riggs “saltaba desde el piso, pegaba la cabeza contra la viga… se columpiaba por algunos minutos y luego caía como si estuviera muerto”. Después se levantaba y relataba las visiones que había tenido mientras estaba inconsciente. “Edson Fuller se caía y el rostro se le ponía de color negro. He[a]mon Bassett se comportaba como un mono”.

Esos comportamientos extraños dejaron perplejo a Hancock. Después de todo, él mismo había experimentado sentimientos, impresiones y sueños, que creía que eran comunicaciones espirituales. Los jóvenes parecían “tan honrados y sinceros que fui llevado a creer todo lo que decían”. Hasta llegó a preocuparle la idea de que “tal vez no era tan puro como esos jóvenes”. Sin embargo, las acciones de ellos eran muy diferentes a las impresiones espirituales que él había experimentado.

Estos tres jóvenes profesionales de la adoración entusiasta no estaban solos. Muchos de los conversos de diversos orígenes religiosos contribuyeron a una oleada de entusiasmo en la Iglesia en Ohio a principios de 1831. El “negro Pete”, un ex esclavo y nuevo converso, traía lo que sabía de la tradición de exclamación entre los esclavos, incluso tal vez la práctica de hablar en lenguas2. Otros introdujeron innovaciones peculiares a sus grupos: “Algunos imaginaban que tenían la espada de Labán y que la empuñarían con la presteza de un soldado… Otros se tiraban al suelo y se deslizaban o reptaban con la rapidez de una serpiente, con lo cual decían representar el acto de ir a los lamanitas en canoas”3.

Los rumores de que los servicios de adoración de los mormones locales a menudo incluían esas curiosas manifestaciones fueron causa de burla por parte de muchos observadores. Un periódico de la cercana ciudad de Painesville reportó con desdén que cuando los misioneros partieron, se produjo “una escena de desenfrenado entusiasmo, principalmente entre los jóvenes”4. John Corrill, quien se había convertido en enero de 1831, más tarde escribió: “Eran muy pocos los miembros de la Iglesia que se comportaban de esa manera”, y añadió que había muchos que “tenían la sospecha de que eso procedía de una fuente del mal”5.

La llegada de José Smith

Cuando José Smith aún estaba en Nueva York, llegó a preocuparse por la falta de liderazgo entre los nuevos conversos de Ohio y envió a John Whitmer a Kirtland con copias de las revelaciones con el fin de “fortalecer a mis hermanos en esa tierra”. Cuando Whitmer llegó a mediados de enero de 1831, se sorprendió por la variedad de “operaciones espirituales” que presenció.

Poco después de su llegada a Kirtland en febrero, José Smith se propuso ver esas muestras de entusiasmo. Le escribió a su hermano Hyrum (quien en ese entonces estaba en Colesville, Nueva York) el 3 de marzo y le informó de lo siguiente: “Me he dedicado a regular las iglesias de aquí debido a que la cantidad de discípulos era numerosa y el diablo había hecho muchos intentos de arrojarlos”6.

Sin embargo, muchas cuestiones importantes permanecían sin respuesta. Si el Libro de Mormón prometía la presencia de los dones espirituales en la Iglesia, ¿qué tenían de malo esas prácticas? ¿Acaso no había sido el mismo José bendecido con manifestaciones milagrosas del Espíritu? Además, ¿qué podía decirse de los relatos del Libro de Mormón sobre Alma y Lamoni, quienes cayeron, aparentemente inconscientes, mientras el Espíritu les hablaba? ¿De qué forma podían distinguirse los dones de Dios de las invenciones humanas o de la influencia del mal?

El 8 de marzo se recibió una revelación (ahora Doctrina y Convenios 46) en respuesta a las preguntas de José en cuanto a la forma de llevar a cabo las reuniones sacramentales, la cual arrojó luz con respecto a esas preguntas. En ella, el Señor recordó a los élderes que debían actuar conforme “los [guiara] el Santo Espíritu” al dirigir las reuniones. La revelación aprobaba la presencia de los dones espirituales en la Iglesia, incluso animaba a los miembros a “[buscar] diligentemente los mejores dones, recordando siempre para qué son dados”. No obstante, les advertía que “…unos son de los hombres y otros de los demonios. Por tanto, cuidaos a fin de que no os engañen” (véase D. y C. 46:7–8).

La revelación enumera los dones que los fieles podrían esperar encontrar en la Iglesia, entre los que están la fe, los milagros, el conocimiento, la sanación y el hablar en lenguas. La lista es similar a la que se encuentra en el Nuevo Testamento y en el Libro de Mormón (1 Corintios 12:4–11, Moroni 10:8–18). El Señor prometió también que a los obispos, los élderes y otros líderes se les ordenaba para “velar por la iglesia” y que tendrían el don de “…discernir todos esos dones, no sea que haya entre vosotros alguno que profesare tenerlos y, sin embargo, no sea de Dios” (D. y C. 46:27)7.

Una revelación sobre el discernimiento de espíritus

Cuando Parley P. Pratt regresó de Misuri en marzo, también observó las continuas manifestaciones de entusiasmo al visitar a las congregaciones esparcidas por los alrededores de Kirtland. Más adelante escribió: “Al sentir nuestra debilidad y falta de experiencia y, para no errar en nuestro juicio en cuanto a esos fenómenos espirituales, yo mismo, John Murdock y varios élderes más fuimos a José Smith y le pedimos que preguntara al Señor con respecto a esos espíritus o manifestaciones”8.

Se reunieron el 9 de mayo y, después de orar juntos, José Smith recibió la revelación que ahora se encuentra en Doctrina y Convenios 50. Pratt describió lo que presenció: “Cada frase se enunció lentamente y de forma muy clara, y con una pausa entre cada una, con suficiente tiempo como para que un escriba común y corriente la escribiera con letra corrida (cursiva)… No había ninguna vacilación ni revisión ni hacía falta volver a leer con el fin de mantener la continuidad del tema”9. En esa revelación, el Señor habló “en relación con la Iglesia y los espíritus que andan por la tierra”. Él indicó que muchos de ellos eran “espíritus… falsos” y que “Satanás ha intentado engañaros, para destruiros”. También advirtió que algunas de las prácticas exhibidas por los entusiastas eran “abominaciones” y que “hay hipócritas entre vosotros, los cuales han engañado a algunos, cosa que ha dado el poder al adversario”10.

El Señor razonó en misericordia con el ferviente pero inexperto y nuevo grupo de discípulos, y les recordó que el Espíritu Santo es el “Espíritu de verdad” y que “lo que no edifica no es de Dios, y es tinieblas”. A continuación indicó: “Lo que es de Dios es luz”. La revelación prosiguió dando instrucciones sobre la forma de detectar las manifestaciones inspiradas de Dios para distinguirlas de las que vienen de otras fuentes: “Si veis manifestado un espíritu que no podéis comprender, y no recibís a ese espíritu, pediréis al Padre en el nombre de Jesús; y si él no os da a conocer ese espíritu, entonces sabréis que no es de Dios”. Los élderes debían reprender a los espíritus falsos en voz alta y el Señor les prometió que se les daría poder para resistir las influencias malignas, mientras siguieran siendo humildes11.

Estableciendo un orden en las cosas

Con estas revelaciones, José y los élderes de Kirtland estaban mejor preparados para comprender y discernir las manifestaciones espirituales con las que se encontraban. Sin embargo, el establecimiento del orden en las diferentes congregaciones requeriría varias semanas, a medida que José y los demás líderes aprendían a poner en práctica las instrucciones recibidas en la revelación.

El 4 de junio, José Smith se reunió con varios élderes de la Iglesia en un centro escolar de troncos en la granja de Isaac Morley, cerca de Kirtland. Levi Hancock asistió a esa reunión y fue testigo de la forma en que José Smith respondió al consejo del Señor. Cuando varios élderes comenzaron a manifestar la influencia de espíritus desconocidos, Hyrum Smith dijo: “José, eso no es de Dios”. José Smith oró tal como la revelación lo indicaba y un momento más tarde se puso de pie y reprendió a los espíritus.

Parley P. Pratt y Joseph Wakefield fueron “entre las iglesias” tal como la revelación instruía, “reprendiendo a los espíritus malos que habían encontrado lugar entre ellos y estableciendo un orden en las cosas que lo requerían”12. Jared Carter también se encontraba entre la creciente cantidad de hermanos que se sintieron fortalecidos con la revelación y reprendió una manifestación falsa durante una reunión en Amherst, Ohio.

Al reflexionar sobre lo sucedido como testigo de esa oleada de entusiasmo espiritual durante los principios de la Iglesia, Levi Hancock dijo que se sentía avergonzado por haber creído “como un tonto”. Con agradecimiento aceptó la nueva revelación y continuó siendo fiel a José Smith y a la Iglesia por el resto de su vida.

En la historia escrita por José Smith, se resumen los acontecimientos de esas tumultuosas semanas de este modo: “Algunos espíritus falsos y conceptos raros habían encontrado lugar entre los miembros. Con un poco de prudencia y algo de sabiduría, pronto ayudé a los hermanos y hermanas a vencerlos… los espíritus falsos fueron fácilmente discernidos y rechazados a la luz de la revelación”13.

  1. A menos que se indique lo contrario, las citas de este artículo se han tomado de Levi Hancock, Autobiography, texto mecanografiado no publicado, L. Tom Perry Special Collections, Biblioteca Harold B. Lee, Universidad Brigham Young.

  2. Véase Mark Lyman Staker, Hearken, O Ye People: The Historical Setting of Joseph Smith’s Ohio Revelations, Salt Lake City: Greg Kofford Books, 2009, págs. 71–86.

  3. John Whitmer in Karen, Lynn Davidson, Richard L. Jensen, y David J. Whittaker, eds. Histories. Volume 2: Assigned Histories, 1831–1847. Tomo II de la serie Histories de The Joseph Smith Papers, editado por Dean C. Jessee, Ronald K. Esplin y Richard Lyman Bushman, Salt Lake City: Prensa del Historiador de la Iglesia, 2012, pág. 38.

  4. “Mormonism”, The Telegraph, Painesville, OH: 15 de febrero de 1831.

  5. John Corrill, “Brief History”, Manuscrito, alrededor de 1838–1839, pág. 11, Joseph Smith Papers.

  6. Carta a Hyrum Smith, 3–4 de marzo de 1831, pág. 1, josephsmithpapers.org. Agradezco a Michael Hubbard Mackay y Gerrit J. Dirkmaat por esta interpretación de la carta de José Smith.

  7. Revelation, aproximadamente el 8 de marzo 1831–A, josephsmithpapers.org.

  8. Parley P. Pratt, The autobiography of Parley Parker Pratt, Chicago: Pratt Brothers, 1888, pág. 65.

  9. Parley P. Pratt, The autobiography of Parley Parker Pratt, Chicago: Pratt Brothers, 1888, págs. 65 y 66.

  10. Revelation, 9 de mayo de 1831, josephsmithpapers.org.

  11. Revelation, 9 de mayo de 1831, josephsmithpapers.org.

  12. Parley P. Pratt, The autobiography of Parley Parker Pratt, Chicago: Pratt Brothers, 1888, pág. 70.

  13. Joseph Smith, History, 1838–1856, tomo A-1, pág. 93, josephsmithpapers.org.