Historia de la Iglesia
Dentro de los muros de la cárcel de Liberty


Dentro de los muros de la cárcel de Liberty

D. y C. 121, 122, 123

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La cárcel de Liberty

El 1º de diciembre de 1838, Caleb Baldwin, un Santo de los Últimos Días poco conocido procedente de Warrensville, Ohio, fue acusado de “delitos de traición a la patria” y encerrado en el nivel inferior de la cárcel de Liberty, condado de Clay, Misuri. Entre sus compañeros de prisión se encontraban los miembros de la Primera Presidencia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días: José Smith, Hyrum Smith y Sidney Rigdon, así como Lyman Wight y Alexander McRae. El confinamiento de casi cuatro meses de los seis detenidos se convirtió en el último episodio de la historia de los Santos de los Últimos Días en Misuri, una historia llena de acontecimientos y a menudo turbulenta 1 .

Dentro de los muros de la cárcel de Liberty, Baldwin sirvió de escriba de algunas de las reflexiones más profundas de José Smith dirigidas a los Santos de los Últimos Días que habían sido esparcidos y despojados de sus bienes; partes de dichas reflexiones pasaron más tarde a formar parte de las Escrituras y se convirtieron en Doctrina y Convenios 121, 122 y 123. Algunos de estos pasajes se han convertido en perlas de las Escrituras, las cuales se han citado con frecuencia en el discurso de los Santos de los Últimos Días a lo largo de los años.

Si bien la historia de la cárcel de Liberty se ha contado una y otra vez desde la perspectiva de José Smith, la experiencia de los otros prisioneros aporta más información. Baldwin, que era el de mayor edad del grupo, tuvo dificultades físicas y emocionales en la mazmorra de la cárcel de Liberty. Las palabras de inspiración que llegaron a José cuando dictaba su carta brindaron consuelo a este hombre de cuarenta y siete años y padre de diez hijos que anhelaba estar con su familia durante su encarcelamiento de cuatro meses.

Primeros conflictos en Misuri

La agitada historia de los Santos de los Últimos Días en Misuri comenzó en 1831, cuando una revelación dada a José Smith designó el condado de Jackson como el emplazamiento de Sion, la Nueva Jerusalén (véase D. y C. 57:1–3). Para 1833, los Santos de los Últimos Días del condado de Jackson llegaban casi a mil (alrededor de un tercio de la población del condado), y las diferencias religiosas, políticas y culturales crearon una tensión inevitable entre los nuevos y los antiguos colonos. Después de que fueran desatendidas las peticiones pacíficas de que los Santos de los Últimos Días llevaran su fe y su familia a otro lugar, un gran grupo de pobladores de Misuri se organizaron y atacaron la casa de William W. Phelps, destruyeron la imprenta del periódico Evening and Morning Star y cubrieron de brea y plumas a Edward Partridge y Charles Allen 2 .

Mientras los Santos de los Últimos Días buscaban obtener un desagravio mediante peticiones escritas, también se organizaron militarmente para proteger a sus familias en caso de un conflicto armado. Incluso después que los Santos de los Últimos Días se mudaron al condado de Caldwell, en el noroeste de Misuri, el cual había sido creado por el gobierno estatal exclusivamente para ellos, se libraron “batallas” en Gallatin, DeWitt, el río Blue, el río Crooked y Haun’s Mill durante lo que llegó a conocerse como la Guerra Mormona de Misuri 3 .

En octubre de 1838, el General Samuel D. Lucas, un líder de la milicia de Misuri, encarceló a varios Santos de los Últimos Días prominentes, entre ellos José Smith, Hyrum Smith, Sidney Rigdon, Parley P. Pratt, George W. Robinson y Amasa Lyman. Caleb Baldwin, Lyman Wight y otros Santos de los Últimos Días acusados se unieron a José y sus acompañantes en una audiencia preliminar en Richmond, Misuri, elevando a sesenta el número total de Santos de los Últimos Días que comparecieron en juicio. Durante la audiencia, el juez Austin A. King se dirigió específicamente a Baldwin y le ofreció su libertad si renunciaba a su religión y abandonaba al profeta José Smith, una oferta que Baldwin rechazó. A continuación se ofreció el mismo trato al resto de los detenidos, todos los cuales “formularon una respuesta similar a la del Señor Baldwin” 4 .

El juez King finalmente encontró suficiente causa probable para encarcelar a varios líderes Santos de los Últimos Días. José Smith, Hyrum Smith, Sidney Rigdon, Lyman Wight, Alexander McRae y Caleb Baldwin debían ser llevados a la cárcel de Liberty, en el condado de Clay, ya que no había cárcel en los condados donde ocurrieron los supuestos delitos. El 1º de diciembre de 1838, José Smith, al entrar en la cárcel, “se quitó el sombrero y dijo con voz clara: ‘Buenas tardes, caballeros’, y desapareció tras la pesada puerta de hierro” 5 .

La cárcel de Liberty

Pasar más de cuatro meses en la estrecha cárcel fue una experiencia atemorizante. Los muros de piedra de un metro de grosor, el techo a dos metros de altura y el acoso constante de los guardias hicieron que José y sus compañeros describieran el edificio como un “infierno rodeado de demonios” 6 . Los detenidos fueron puestos en la mazmorra del nivel más bajo, donde la temperatura era más baja, la luz más tenue, los olores más nauseabundos y el tiempo parecía no acabar nunca. Sólo “unos lechos de paja sucia” impedían que los prisioneros durmieran en el piso de piedra pero, con el paso del tiempo, incluso esos lechos se desgastaron” 7 .

Como sucedía en otras cárceles municipales del siglo XIX, la comida hacía enfermar a los prisioneros. José y sus compañeros describieron sus comidas diarias como “muy bastas y tan repugnantes que no pudimos comerlas hasta que el hambre nos obligó a hacerlo”. Cuando finalmente los prisioneros se comieron sus raciones, la comida ejerció un efecto mortal en su organismo, haciendo que vomitaran “casi hasta la muerte”. Algunos de los detenidos sospechaban que los guardias habían envenenado la comida y el agua, o incluso que les habían dado de comer carne humana 8 .

Como lo indicó el historiador Dean Jessee, se corrió la voz en cuanto a los Santos de los Últimos Días presos en Liberty y “el lugar se volvió una especie de zoológico”. Los lugareños visitaban la cárcel en masa para mirar con perplejidad a los prisioneros, y sus insultos y burlas resonaban entre los muros de piedra. Hyrum Smith lamentó lo siguiente: “A menudo somos inspeccionados por insensatos que actúan como si fuéramos elefantes, dromedarios, marsopas, alguna ballena monstruosa o serpientes marinas” 9 . Día tras día, estos hombres languidecían en la cárcel, y el azote emocional ponía a prueba su fe de manera lenta y continua.

“Nuestra alma ha sido abatida y hemos padecido mucha angustia… y verdaderamente hemos tenido que atravesar un océano de problemas”, escribió José 10 .

El confinamiento de cuatro meses en la cárcel de Liberty también supuso una gravosa carga física para los prisioneros. La luz del sol apenas se abría camino por dos ventanas pequeñas con rejas de hierro que estaban muy altas como para poder ver a través de ellas; las muchas horas en oscuridad hacían que los hombres forzaran mucho la vista, como uno de los carceleros recordó más tarde. Aunque se les permitía hacer una pequeña fogata, a falta de chimenea, el humo hacía que los ojos de los prisioneros se irritaran aún más. Les dolían los oídos, les temblaban los nervios y Hyrum Smith incluso entró en estado de shock en determinado momento. Sidney Rigdon, el miembro de mayor edad de la compañía después de Baldwin, se puso tan mal de salud que, acostado en una cama inclinada, rogó que se le dejara marcharse anticipadamente. Su discurso elocuente y su grave enfermedad motivaron al juez a liberar a Rigdon antes de lo previsto 11 .

Tal vez lo más desalentador para los prisioneros que permanecieron allí fue pensar en las familias de Santos de los Últimos Días, entre ellas sus propias familias, que estaban dispersadas, se les había despojado de sus bienes y habían sido echadas de un lado a otro por el estado de Misuri. Baldwin en particular se sintió solo y aislado en la cárcel de Liberty. Mientras que los demás prisioneros se veían aliviados al ver que sus amigos y familias se encontraban bien gracias a sus visitas y cartas regulares, Baldwin había recibido sólo una breve visita de su esposa, Nancy, justo antes de la Navidad de 1838, y no hay constancia de ninguna otra comunicación con ella o sus diez hijos durante los tres meses siguientes 12 .

Aunque parecían indefensos, los prisioneros intentaron huir de la cárcel dos veces, el 6 de febrero y el 3 de marzo de 1839, pero los atentos vigilantes detuvieron sus audaces escapadas. Dos semanas más tarde, el 15 de marzo, los cinco hombres pidieron ser liberados por haber sido detenidos ilegalmente. La apelación de dos páginas de Baldwin ponía de manifiesto su deseo de reunirse con su familia, que “después de su confinamiento había sido expulsada del estado sin poseer ningún medio de subsistencia” 13 . Baldwin también se había enterado de que su hijo, también llamado Caleb, había sido “golpeado casi hasta la muerte por los habitantes de Misuri con palos de nogal” 14 . Por lo tanto, habiendo sido detenido “sin la mínima sombra de testimonio en contra de él”, Baldwin pidió que cesara la “constante opresión” y que se le absolviera de todos los cargos 15 . A pesar de las peticiones de los prisioneros, aparentemente existían pruebas suficientes para mantenerlos detenidos 16 .

Dos días más tarde, el 17 de marzo, Samuel Tillery, uno de los carceleros, inspeccionó la mazmorra inferior y encontró una barrena, la cual él pensó que los prisioneros estaban utilizando para abrir un boquete en los gruesos muros. Tillery ordenó a veinticinco hombres que bajaran para terminar la requisa y entonces ordenó a este grupo que encadenara a José Smith y a los prisioneros al piso. Habiendo aguantado ya tres meses y medio de pesar, angustia y frustración, Baldwin se levantó furioso, miró al carcelero a los ojos y afirmó: “Tillery, si me pones esas cadenas te mataré, ¡te lo juro!” 17 . En palabras de Hyrum Smith, Tillery “pronto se calmó y accedió a volver más tarde para resolver el asunto” 18 . Aunque la feroz amenaza de Baldwin resolvió la disputa temporalmente, los prisioneros quedaron bajo una custodia aún más severa.

Sólo tres días después del altercado con Samuel Tillery, con Baldwin todavía enfurecido preguntándose si alguna vez volvería a ver o saber de su familia, José Smith empezó a dictar una carta que sin duda le infundió ánimos a Baldwin, una carta que desde entonces ha aportado consuelo y consejo a millones de Santos de los Últimos Días.

Carta a los santos

Alexander McRae sirvió de escriba de la mayor parte de la carta dirigida a “la Iglesia de los Santos de los Últimos Días en Quincy, Illinois, y esparcidos en el extranjero, y al obispo Partridge en particular”, aunque Baldwin ayudó a registrar dos de las veintinueve páginas de la carta. Como lo señalaron los historiadores Dean Jessee y John Welch, la extensa misiva de José Smith guarda similitudes con las de Pablo. Por ejemplo, José se llamó a sí mismo “un prisionero por la causa del Señor Jesucristo” y escribió que “nada por lo tanto nos podrá separar del amor de Dios”, un lenguaje similar a los escritos del apóstol Pablo a los efesios y romanos 19 . José detalla más adelante los padecimientos de los “pobres y sumamente perjudicados santos”, entre ellos las familias que vagaban indefensas y desesperadamente entre Misuri e Illinois, así como la aciaga experiencia que sus compañeros y él estaban sufriendo en la cárcel de Liberty 20 .

Después de dar un desgarrador informe de los actos crueles e inclementes de algunos de sus vecinos en Misuri, José emitió las primeras palabras de lo que ahora es la sección 121 de Doctrina y Convenios: “Oh Dios, ¿en dónde estás? ¿y dónde está el pabellón que cubre tu morada oculta? ¿Hasta cuándo se detendrá tu mano, y tu ojo, sí, tu ojo puro, contemplará desde los cielos eternos los agravios de tu pueblo y de tus siervos, y penetrarán sus lamentos en tus oídos? Sí, oh Señor, ¿hasta cuándo sufrirán estas injurias y opresiones ilícitas, antes que tu corazón se ablande y tus entrañas se llenen de compasión por ellos?” (D. y C. 121:1–3) 21 .

La súplica de José a los cielos no fue contestada de inmediato. Él siguió reflexionando en los actos violentos perpetrados en contra los Santos de los Últimos Días y se preguntaba cuándo caería la justicia sobre sus opresores. Por último, después de narrar siete páginas de tristeza y angustia, el profeta José Smith recibió una certeza consoladora: “Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento; y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará; triunfarás sobre todos tus enemigos” (D. y C. 121:7–8) 22 . El Señor también le aseguró a José: “Si las puertas mismas del infierno se abren de par en par para tragarte, entiende, hijo mío, que todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien. El Hijo del Hombre ha descendido debajo de todo ello. ¿Eres tú mayor que él?” (D. y C. 122:7–8).

Estas reconfortantes palabras propiciaron un sentimiento de confianza en José. Él dijo que Dios “tendría un pueblo probado” y que la experiencia de los Santos de los Últimos Días en Misuri era “una prueba de [su] fe equivalente a la de Abraham”. Así como a Abraham se le impidió sacrificar a su hijo Isaac, también los Santos de los Últimos Días serían liberados de sus pruebas si permanecían fieles 23 .

José entonces dio instrucciones sobre varios otros asuntos. En primer lugar, instruyó sobre la manera de llevar a cabo las conferencias y reuniones de consejo, dando a sus compañeros de prisión la esperanza de que pronto se reunirían nuevamente con los santos. Otro elemento que debía tratarse era la compra de propiedades en el territorio de Iowa. José creía que esta tierra “sería de gran beneficio para la Iglesia” y aconsejó a Edward Partridge y a otras personas en cuanto a la manera de negociar adecuadamente la transacción, recalcando la importancia de hacerlo sin avaricia ni falta de moderación. También aconsejó a los líderes de la Iglesia que recordaran a los necesitados y “atendieran a las enfermedades de los débiles” 24 .

La carta después pasó a hacer referencia a la razón por la que muchos son llamados pero pocos son escogidos, unas palabras que Jesús empleó en el Nuevo Testamento (Mateo 22:14). José se lamentaba de que él y los Santos de los Últimos Días habían aprendido “por tristes experiencias” en cuanto al poder destructivo del orgullo (véase D. y C. 121:39). José quizá había estado reflexionando sobre algunos de sus amigos cercanos, como William W. Phelps y Frederick G. Williams, que recientemente habían apostatado. (Ambos volverían con el tiempo a ser miembros activos y readmitidos plenamente en la Iglesia.) José explicó los atributos que los poseedores del sacerdocio y todos los Santos de los Últimos Días deben procurar obtener si esperan ejercer influencia en los demás: benignidad, mansedumbre, persuasión, longanimidad, bondad, caridad, virtud y amor (véase D. y C. 121:41–46).

Hacia el final de la carta, José volvió a referirse a la persecución que los Santos de los Últimos Días habían padecido en Misuri. Creyendo que la Constitución de los Estados Unidos representaba “un glorioso estandarte” que garantizaba la libertad de culto, José pidió a los santos que firmaran declaraciones juradas en las que detallaran los agravios y maltratos que habían padecido (véase D. y C. 123:1–6). A pesar de no tener garantía de recibir algo a cambio, José y los santos estaban resueltos a presentar “[sus declaraciones juradas] a los jefes de gobierno”, en cumplimiento de un mandamiento dado por el Señor (véase D. y C. 123:6).

La extensa carta de José Smith ha ejercido una influencia duradera. No sólo aconsejaba al pobre Baldwin en la cárcel y a los santos que sufrían una situación caótica en Misuri, sino que durante muchos años se publicó en repetidas ocasiones en Times and Seasons, Millennial Star y Deseret News 25 . Con el tiempo, hubo extractos que pasaron a formar parte de las Escrituras como Doctrina y Convenios 121 a 123, y esos pasajes siguen brindando consuelo y guía a cualquier persona que escudriñe las Escrituras en busca de significado.

Con el tiempo, los compañeros de prisión lograron “escapar” de las autoridades legales mientras se les acompañaba a una audiencia en el condado de Boone, Misuri, en abril de 1839. Sus guardias hicieron la vista gorda y permitieron que los prisioneros huyeran de su custodia tras haberlos conducido lejos de los enemigos de los Santos de los Últimos Días en el condado de Clay. Baldwin quedó separado de José y de los demás en varias ocasiones después de su fuga, pero todos los prisioneros terminaron llegando a Illinois y se reunieron por fin con sus familiares, amigos y el resto de los refugiados Santos de los Últimos Días 26 .

  1. Para obtener más información acerca de la experiencia de los Santos de los Últimos Días en Misuri, véase Thomas M. Spencer, editor, The Missouri Mormon Experience, Columbia, Missouri: University of Missouri Press, 2010.

  2. Orson F. Whitney, “An Ensign for the Nations: Sketch of the Rise and Progress of Mormonism”, The Latter-day Saints’ Millennial Star 61, Nº 28, 13 de julio de 1899, págs. 434–435.

  3. Véase Alexander L. Baugh, “The Final Episode of Mormonism in Missouri in the 1830s: The Incarceration of the Mormon Prisoners at Richmond and Columbia Jails, 1838–1839”, John Whitmer Historical Association Journal 28, 2008, págs. 1–34.

  4. Clark V. Johnson, editor, Mormon Redress Petitions: Documents of the 1833–1838 Missouri Conflict, Provo, Utah: Religious Studies Center, Brigham Young University, 1992, págs. 685–686.

  5. Lyman Littlefield, Reminiscences of Latter-day Saints: giving an account of much individual suffering endured for religious conscience, 4 tomos. Logan, Utah; Utah Journal Company Printers, 1888, tomo I, págs. 79–80.

  6. Citado en Dean C. Jessee, “‘Walls, Gates and Screeking Iron Doors’: The Prison Experience of Mormon Leaders in Missouri, 1838–1839”, en Davis Bitton y Maureen Ursenbach Beecher, New Views of Mormon History: A Collection of Essays in Honor of Leonard J. Arrington, Salt Lake City: University of Utah Press, 1987, pág. 25.

  7. Jessee, “Walls, Gates, and Screeking Iron Doors”, pág. 25.

  8. Jessee, “Walls, Gates, and Screeking Iron Doors”, pág. 27.

  9. Jessee, “Walls, Gates, and Screeking Iron Doors”, pág. 27.

  10. José Smith Jr., “Communications”, Times and Seasons 1, Nº 6, abril de 1840, pág. 85.

  11. Richard S. Van Wagoner, Sidney Rigdon: A Portrait of Religious Excess, Salt Lake City: Signature Books, 1994, págs. 254–255.

  12. Véase Mary Audentia Smith Anderson, ed. Joseph Smith III and the Restoration. Independence, Missouri: Herald House, 1952, págs. 13–14.

  13. Caleb Baldwin Petition, MS 24548, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City, Utah.

  14. John Gribble a George A. Smith, 7 de julio de 1864, MS 1322, caja 6, carpeta 11, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City, Utah.

  15. Caleb Baldwin Petition, MS 24548, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City, Utah.

  16. Véase Jeffrey N. Walker, “Habeas Corpus in Early Nineteenth-Century Mormonism: Joseph Smith’s Legal Bulwark for Personal Freedom”, BYU Studies 52, Nº 1, 2013, págs 4–32.

  17. Nota necrológica de Caleb Baldwin, Journal History of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 11 de junio de 1849, Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City, Utah. Véase también Elden J. Watson, editor, Manuscript History of Brigham Young, 1847–1850, Salt Lake City: J. Watson, 1971, pág. 211.

  18. Jessee, “Walls, Gates, and Screeking Iron Doors”, pág. 31.

  19. Citado en Dean C. Jessee y Welch, “Revelations in Context: Joseph Smith’s Letter from Liberty Jail, March 20, 1839”, Brigham Young University Studies 39, Nº 3, 2000, pág. 126. Véase también Efesios 3:1 y Romanos 8:35.

  20. Jessee y Welch, “Revelations in Context”, pág. 135.

  21. Letter to the Church and Edward Partridge, 20 March 1839, págs. 3–4, josephsmithpapers.org.

  22. Letter to the Church and Edward Partridge, 20 March 1839, pág. 7, josephsmithpapers.org.

  23. Jessee y Welch, “Revelations in Context”, pág. 136.

  24. Jessee y Welch, “Revelations in Context”, pág. 140.

  25. Jessee y Welch, “Revelations in Context”, pág. 130.

  26. Para obtener más información sobre la fuga de la cárcel de Liberty, véase Alexander L. Baugh, “‘We Took Our Change of Venue to the State of Illinois’: The Gallatin Hearing and the Escape of Joseph Smith and the Mormon Prisoners from Missouri, April 1839”, Mormon Historical Studies 2, Nº 1, primavera de 2001, págs. 59–82.